domingo, 5 de abril de 2009

Rosario, abril de 2009
Carta para ser leída en las escuelas
Hace dos años, en una ruta de Neuquén, mataron a un maestro. Se llamaba Carlos Fuentealba y daba clases en dos escuelas secundarias. Se había recibido con mucho esfuerzo y era, según nos cuentan, un buen docente y un buen padre.
Había salido a protestar con ATEN, su sindicato, por aumento de salario junto a sus compañeros. Recibió como respuesta una granada en la cabeza y murió dejando a todos sin consuelo.
El país entero se paralizó ese día. Hubo indignación y marchas. Dolor en cada uno de nuestros rostros. Mataron a un maestro, repetíamos.
Carlos murió a manos de un policía que hoy está preso. Pero la orden de disparar venía de más arriba. Sobisch, el entonces gobernador neuquino, debe responder por su crimen.
Matar a un maestro que lucha es intentar disciplinar por el miedo al resto de los trabajadores. Quienes lo mataron creen que nos dejaron con un maestro menos. Nosotros sabemos, en cambio, que en cada aula donde se ayuda a que los chicos piensen , en cada escuela donde el afecto dirige la enseñanza , en cada maestro y en cada padre solidario con los trabajadores Carlos Fuentealba, el obrero que estudió de profesor, está presente.
Porque seguimos reclamando justicia una vez más decimos:
Las tizas no se manchan con sangre.
Hoy todos somos Carlos Fuentealba.